Tengo el honor de presentaros a uno de mis escritores favoritos, Charles Bukowski. De origen alemán, recibió durante toda su vida la energía de la ciudad estadounidense de Los Ángeles y de la cual hizo una especie de retrato. Las mujeres, el alcohol, los trabajos temporales, la hipocresía de muchos, fue tema a tratar en muchas de sus obras.
Os dejo con uno de sus mejores relatos:
Yo soy más bien cascarrabias y descreído, así que me metí entre las sábanas donde me la meneo, solo, con la esperanza de que Kirby y Essex hubieran sacado lo mejor, aunque no sabía nada respecto de Kirby ni Essex House; sólo hablaba de mis experiencias con el mundo. Tío, hojeé el libro y lo habían dejado todo: los desvaríos, lo literario, lo antiliterario, el sexo, la falta de sexo, el saco entero de gritos y experiencias con todo lujo de detalle.
Fue un honor.
Me gusta el honor. Y estaba pulcramente presentado con una cubierta inmaculada: Escritos de un viejo indecente, 0115.
Me metí en la cama y leí mis propios relatos o lo que fueran y disfruté. Una vez he escrito un poema y lo releo, lo único que tengo es sensación de vómito y desperdicio. Y la gente me cita versos, tal cual, de poemas antiguos y no sé de qué demonios me hablan. Es como cuando me dicen cuando estoy en plena resaca: «Ahuyentaste a 23 personas de mi casa e intentaste follarte a mi mujer.»
Ya sabes, parece una enorme gilipollez.
Pero los relatos, mientras estaba tumbado en la cama, me gustaron mucho. Qué asco de comentario, ¿eh? Supongo que fue la espectral acumulación de experiencia entre las sábanas lo que me entrampó. Mientras leía los auténticos días y noches de mi vida me pregunté cómo era posible que siguiera vivo y coleando ahora.
¿Cuántas veces puede pasar un hombre por la trilladora y conservar la sangre, el sol estival dentro de la cabeza? ¿Cuántas celdas chungas, cuántas malas mujeres, cuántos cánceres diversos, cuántos pinchazos de rueda, cuántos tal o cual o tal o cual o tal?
Lo cierto es que leí mis propios relatos con un asombro natural, olvidándome de quién era, casi, casi, y pensé:
Hmmm, hmmm, este hijoputa sí que sabe escribir.
Recuerdo a otros escritores. Quedar muy decepcionado con Chéjov, G. B. Shaw, Ibsen, Irwin Shaw, Gógol, Tolstói, Balzac, Shakespeare, Ezra Pound y demás. Ellos, todos ellos, daban la impresión de anteponer la forma literaria a la realidad y el vivir la vida en sí. En otras palabras, o quizá más claramente, todos y cada uno de ellos se dignaban reconocer que la vida podía ser funesta pero eso estaba bien siempre y cuando pudieran apañárselas y contarlo a su particular manera literaria.
Lo que está bien. Si te gustan los jueguecitos.
Y creo que ahora los profesores se están dando cuenta de que los propios estudiantes están hartos de juegos.
Vale, volvamos a Escritos de un viejo indecente.
Al releerlos, relatos y fantasías, me parecieron maravillosos y llameantes. Pensé: joder, no ha habido un autor de relatos breves tan bueno desde Pirandello. Por lo menos desde entonces.
Es cutre decirlo, pero creo que merece la pena leer el libro. Y que las vírgenes bibliotecarias aún por nacer, dentro de 200 años, se correrán en las bragas de flores al reconocer la intensidad, después de que mi maldito cráneo mudo se haya convertido en un comedero de mierda para gusanos subnormales, ardillas y demás criaturas infernales.
Ah, otra cosa.
Dentro de diez años tu ejemplar de 1,95$ valdrá 25$. Y si vives lo suficiente y la Bomba no lo revienta todo, igual puedes pagar un mes de alquiler con el libro.
Hasta entonces, déjate los cojones leyendo yengulle y madura todo lo que puedas.
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